miércoles, 21 de julio de 2010

Capítulo once: Despedida

Es el momento de la despedida.
¿No veis que no conseguireis nada?
No quiero vuestras estupidas disculpas.
¿Qué no os disteis cuenta? Será porque no queríais hacerlo.
No intenteis arreglarlo

¡Es que no os enterais de nada!
¡¿No veis que no quiero ser feliz?!

viernes, 16 de julio de 2010

Capítulo diez: El impedimento

A veces, y seguramente, muy a menudo nos sentimos atados a cosas cotidianas.
Desayunar, buscar una camiseta limpia para salir, ponerte tus zapatillas, estar con tu gente...
Cosas que nos tienen muy atados, tan atados que no sabemos como actuar con una novedad.
Tan atados que nos asustamos de algo, y nos refujiamos en otras cosas.
Hasta que llega una novedad que supera la anterior, una novedad que no puedes rechazar, de la que no te puedes resistir, aunque sea mala o sin futuro.

Y intentas cambiar, buscas en ti rasgos del viejo tú, de aquel chico cotidiano, y te jode que la primera novedad no quiera ser tan nueva como ella esperaba, que no se lo pensó dos veces antes de aflorar.
Y tú te sientes culpable por ello, porque realmente eres el causante, y te das cuenta de que si que quieres que esa novedad siga en pie, que no se esconda en un agujero del que quizás no volviese a salir.

Hasta que llega un momento que no sabes que hacer, estás atado a la indecisión.
Y entonces piensas: "Que las novedades decidan en que lugar quedarse"
Dejas pasarlo, con espíritu decisivo de que todo se arreglará.

miércoles, 7 de julio de 2010

Capítulo nueve: Secretos

Secretos, que amplio este concepto.

Reflexionando te das cuenta que alguien sólo en un cuarto sin nada para entretenerse y con unas copas de más podría igualar a un filósofo donde los haya.

¿Qué puede ser exactamente un secreto?
Algo que esconder, eso no hay que dudarlo, pero, ¿y el motivo?

Pueden llevarnos de una estúpida discusión de quién hizo algo y no salga el "culpable" a el mayor remordimiento de tu vida.
Un remordimiento tan grande que necesites sacarlo, pero a la vez demasiado importante como para confiarselo a alguien.

Puede que vayas por la calle y a cada paso que des oigas "¡Cuéntalo!, ¡Cuéntalo!"
Puede que en ese momento todos fijen sus miradas en ti y pienses "Lo saben"
Puede que alguien te haga una pregunta sobre el tema y reacciones de forma inesperada, cerrandote en banda y huyendo de la conversación.

Y pensando esto vienen a mi cabeza dos razonamientos: ¿Quién no ha tenido nunca un secreto de tal tamaño y emvergadura? Y llevandonos a la segunda questión, ¿qué harías? ¿Entregarte o morir con ello?

La gente podría llamarme excesivo, pero yo me uniría a el montón de millones de personas que morirían con ello, porque mi razonamiento es: "Ya estás jodido tú, ¿porqué contarlo? ¿Para joder a los demás?"

Y este momento podría ser el exacto en el que cumpliría mi objetivo, en el cuál cogería esa bonita escopeta colgada de adorno en la pared, que tu familia nunca supo que era real, y desperdigar tus sesos en la pared de detrás. Pero quizás fuese demasiado bueno, y no tuviese cojones a dejar a todos detrás de mi, quizás fuese la persona número uno que contase este pesar e intentase arreglarlo.

O simplemente fuse el sujeto tres, no muy conocido, el cual haría caso omiso y dejaría que otro lo arreglara.

Y con esto quiero preguntarte, ¿tú cual eres?

domingo, 4 de julio de 2010

Capítulo ocho: Compás

Uno, dos; uno, dos; y repito el compás...
Me gusta ese olorcillo a verano que hay en el aire.

Uno, dos; uno, dos; y repito de nuevo.
Y mirar ese reflejo me relaja.

Uno, dos; uno, dos; vuelvo a repetir.
Y el sonido de esa risa me adentra.

Uno, dos; uno, dos; volvemos a empezar.
Me sienta bien el sol en la cara.

Uno, dos; uno, dos; repetimos otra vez.
Quizás aquí no se esté tan mal.

viernes, 2 de julio de 2010

Capítulo siete: Bucle

Un año ya...
Como pasa el tiempo.
Y pensar que hace un año me dije a mi mismo: "Todo irá mejor, ya verás, el próximo año mejorará"
Y me veo sentado en el mismo banco de hace un año, y me siento estúpido, como lo que soy.

¿Por qué estoy desperdiciando mi vida así?
Tengo oportunidades, y las dejo pasar.
Tengo momentos perfectos, y escapo de ellos.
Tengo momentos únicos, y los rehuyo.

Y pasan los minutos, y oigo ese acordeón, que hace un año estaba ahí, tocando esa canción que siempre me gustó y nunca me molesté en descubrir cual era.
Y veo al hombre que la toca, ya mayor, sentado, y pienso : ¿Él también dejó pasar el tiempo? ¿También pensó que todo mejoraría solo?

Miro aquel reloj de la plaza, tan alto como siempre, y pienso que quizás mi vida sea un bucle del que nunca salir, del que nunca escapar.